viernes, 2 de noviembre de 2007

Parte 4: Un día que SI valió la pena

El miércoles sólo habría charlas por la mañana, así que me levanté dispuesta a ir a la charla de Andreas (la primera) para en la tarde arrendar un auto con los chicos. Pero mi compañera de cuarto me hizo una propuesta indecente. Había contratado un tour de 50 dólares por todo el día, con todo incluido, con visita a dos parques nacionales.
Me pasé toda la ducha pensando, que si iba, Andreas me mataba. Pero que va… el eco de las palabras de mi compañera resonaba en mi cabeza “Vas a volver a Chile, y cuando te pregunten que conociste, vas a responder: El hotel. ¡Que fome!”. Así que me decidí, y bajé a la agencia que estaba en el mismo hotel a ver si aún quedaban cupos. Y sip. Me dijo que quedaban aún 4 cupos. Así que me puse a buscar a mis compañeros. En el desayuno no me topé con nadie, y cuando ya iba decidida a ir a buscar mis cosas para largarme, me encontré con la Claudia. Ella lo pensó 5 segundos y aceptó, así que sin saber más del resto, nos arrancamos al tour. Le alcanzamos a avisar a Iván, que nos miró con espanto porque íbamos a faltar a la charla de Andreas. Pero bueno, ellos se habían pasado toda la tarde anterior jugando pin pon, mientras yo me congelaba dentro de las salas de charlas. Así que estaba en mi derecho de arrancarme al menos una mañana.
A las 9 llegaron 7 jeeps 4x4 descapotados, y partimos al tour. Iba la mitad de los profes del congreso :P
En nuestro bus íbamos con puros argentinos. La tía Zulema con Kito (dos astrónomos adorables que llevaban 43 años de casados), Estela y Lilia (dos astrónomas mas) y el marido de Lilia (geofísico). Todos los jeeps en hilera, con las músicas respectivas a todo volumen.
Nuestra primera parada fue en el Parque nacional “Cerro Copey”. Desde ahí se tiene una vista de todo un lado de la isla, y parte del continente ( que está a 23 kms).

Ahí tuvimos nuestro primer encuentro con “la tía”. Una venezolana prendía que andaba con su hija y su sobrina, que eran buenas pal hue… Y conocimos lo que llamaban la enfermedad de la “virulea”: mucho tiempo que no cul… 

Todo ese día fue un chiste. Los choferes-guías-camareros (las hacían todas) hablaban todo el tiempo en doble sentido, y mas encima en cada parada teníamos derecho a tomar lo que fuera del minibar que andaban acarreando.
De ahí nos fuimos a la capital de la isla: “La Asunción”. 20 minutos visitando la iglesia y algunas tiendas, aunque en todas vendían sólo objetos religiosos, así que no consumí nada. Lo que me gustó fueron las hamacas, pero estaban caras.
Luego partimos rumbo a otro parque nacional: “Manglares de La Restinga”. Unas lagunas de agua de mar donde anduvimos navegando unos 40 minutos.

 De ahí su buen almuerzo, todo incluido, y partimos hacia la playa “Punta Arenas”, al otro extremo de la isla. Ahí estuvimos como una hora, y partimos a lo que llamaban “masaje de culo”. Un rally 4x4 por unas dunas. Estela estaba nerviosa, y no entendía por que teníamos que pasar por el barro si podíamos pasar por el lado. Pero la tía Zulema iba demasiado feliz. 

Finalmente partimos hacia el mirador “Morros de Constanza”, a ver la puesta de sol

Volvimos al hotel como a las 6:30, para terminar el día en el jacuzzi antes e cenar.
Si no hubiese sido por ese día, creo que me habría vuelto loca :P

Infierno en Venezuela, Parte 3

Y llegamos al aeropuerto antes de las 4. El vuelo salía a las 5:40. Nuestra conexión en Caracas era para la 8:20, así que andábamos con el tiempo justo. Llegando al mesón, nos dicen que había un atraso de 40 minutos por mal clima en Caracas. Cuando terminamos de hacer los check-in, ya íbamos en una hora de atraso. Al final el avión salió como a las 7.
Yo ya sabía que habíamos perdido el otro vuelo, pero tenía la infantil confianza en que Lan respondería por todo, puesto que le habíamos comprado el paquete completo a ellos, y ellos tenían la culpa de poner una conexión tan apretada.
Aterrizamos en Caracas a las 7:40 y empezó la carrera. Yo sacando la maleta de la Paula, mientras ella corría a las oficinas de la aerolínea a pedir que nos esperaran en Lan, que ya llegábamos.
Luego nos fuimos al aeropuerto internacional. Ya ninguno corría. Iván me decía que no se urgía porque ya habíamos llegado. Yo ya no me urgía, porque conozco a Lan y sabía que llegando media hora antes del despegue, ya lo habíamos perdido.
En efecto. Llegamos y las oficinas de Lan ya estaban cerradas. No volaba una mosca. Quedaba media hora para que el avión saliera, y en la pantallita titilaba el “boarding”. Éramos 8 giles mirando con cara de “¿y ahora que?”. 5 de la católica (Caquin, Rob, Iván, la Paula Aguirre y yo), dos de la Chile (Nicolás Tejos y Giuliano) y Rodrigo Carrasco (de Geminis). Este último tenía experiencia en viajes, y fue quien tomó el mando. Subió a las oficinas de Lan, y volvió al rato diciendo que iba a bajar un tipo de Lan, apenas despegara el vuelo… perdimos la última esperanza de que nos dejaran subirnos.
A los diez minutos bajó el tipo, José Blanco (no me olvidaré nunca de ese nombre). Empezó a hablar una sarta de idioteces. Que la culpa era de Conviasa (la línea Venezolana), que Lan no se hacía cargo, que mas encima teníamos que pagar una multa de 100 dólares cada uno, y que iba a ver si nos podía meter en el vuelo del día siguiente… si encontraba cupos. No había caso de hacerle entender que habíamos comprado un paquete en Lan, y que si la conexión falla es culpa de ellos por vender esas conexiones. Si incluso cuando tomamos el avión de Conviasa desde margarita, nos advirtieron que ese tiempo entre conexiones era ilegal venderlo, porque un avión tiene derecho a atrasarse hasta 3 horas.
El tipo se cerró en que no, no y no. Se llevó un par de gritos de los chicos. Yo ya no quería más guerra, total el avión se había ido y no creía que él nos pudiera resolver nada, simplemente porque no tenía ganas.
Luego nos fuimos a ayuda al cliente, y Rodrigo estuvo 2 horas llamando a todos los hoteles de la lista pa ver donde nos quedábamos. Mientras con la Paula bajábamos a dejar constancia en el instituto nacional de aeronáutica, o a fumar. Y cada vez que volvíamos era lo mismo… nadie tiene cupo. Esa noche había una fiesta en Caracas y estaba todo lleno. Hasta que al fin conseguimos algo, pero era un hotel 4 estrellas, y salía 100 dólares la pieza para 2. Bueno, allá nos fuimos. Yo me habría quedado en el aeropuerto, pero decían que era peligroso, y además queríamos encontrar internet para poder avisarle a todo el mundo que no llegábamos.
Tomamos unos taxis a Caracas (porque el aeropuerto queda en la costa, y Caracas en la punta del cerro). 180 mil bolívares por cada auto (como 83 dólares al cambio oficial). Nos iba a hacer una rebajita, pero pedimos boleta, para ver si después podíamos cobrarle algo a Lan.
Llegamos al hotel casi a medianoche. La primera pregunta lógica fue: “tienen internet”. Sip, había un computador para todo el hotel, que parecía que funcionaba a cuerda, y que sólo tenían disponible hasta las 12:30. Así que ahí empezamos a hacer fila para usarlo, porque todos queríamos avisar que no llegábamos. Un mail cortito a Aldo, sin mucha explicación, y que pasara el siguiente. Pero era lento, así que Giuliano no alcanzó a avisar. La Paula prefirió avisar por teléfono, porque el pololo la iba a buscar al aeropuerto a las 7 de la mañana, y podía ser que a esa hora ya no leyera el mail.
Nos fuimos a dormir por primera vez sin poner el despertador, y desperté al día siguiente como a las 9 de la mañana. Pensábamos que ya que el hotel tenía piscina, podíamos aprovechar de tostarnos un poquito para no volver a Chile igual de blancos… pero nop… estaba lloviendo.
Con la lluvia de lado y unas ventanas que había en el baño, se nos mojó todo. Asi que metí toda la ropa en bolsas.
Luego desayuno, solo comiendo tostaditas y te porque todavía sentía mi pancita delicada. Y de ahí aprovechar un ratito más de internet para explicar bien lo que nos había pasado.
A las 2 nos fuimos al aeropuerto a pelear de nuevo, porque se suponía que a esa hora abrían la oficina de Lan y nos tendrían respuesta. Pero cuando llegamos allá preguntando si nos podíamos ir ese día, la respuesta fue un desinteresado “no se”. Así nos tuvieron esperando hasta las 7 de la tarde, a que terminara el check-in de todo el mundo normal, para ver si quedaban cupos. Mientras yo sentía como mi amígdala derecha se empezaba a inflar y terminó agarrándome hasta el oído. Principio de amigdalitis, pensé. Y Rodrigo me ofreció unas pastillas de penicilina y un desinflamatorio, pero para tomármelos solo había una cosa… juguito rojo. A los 10 minutos estaba transpirando, ya ni me podía sostener en pie (Si ven la foto al final, yo ya estaba en ese estado).
A las 7:30 recién nos dijeron que si podíamos irnos, pero solo hasta Lima, porque allá teníamos que ver si había cupo Lima-Santiago. Y por supuesto, si nos cobraron la multa, aunque nos hicieron “la atención” de dejarla en 80 dólares… imbéciles. Si ya habíamos cambiado a bolívares los 100 dólares.
Empezó otra vez la carrera a la enorme fila de inmigración, donde a nadie le importó un comino que fuésemos atrasados. Yo no podía hacer la fila como un ser humano normal, así que mostré toda mi indignidad tirada en el piso, avanzando de culito cada vez que alguien pasaba, mientras se escuchaban los llamados al vuelo. Cuando al fin me tocó pasar a mi, se escuchó el “ultimo llamado para el vuelo Nº no me acuerdo”… así que debí haber corrido, pero no me dio el cuero. La puerta de embarque no podía estar más lejos, y llegué apenitas, aprovechando de avisar que aún quedaba más gente después de mí en inmigración. Entré al avión y no había nadie. Claro, los chicos corrieron al Duty Free a gastarse los 50 mil bolívares que nos quedaban. Yo me los quedé… y ahora no se si limpiarme el trasero con ellos o que demonios, porque una vez que te subiste al avión, ese billetito pasa a ser un simple papel sin valor.
Empezó mi show en el avión. Me dieron asiento al medio, y yo rogaba por un pasillo (ya saben, para poder correr al baño). Un tipo que tenía a la polola en otra fila, me ofreció cambiarme a ventana para quedarse al lado de ella. Acepté, aunque estaba más lejos de poder salir al baño, por el hecho de que después sería más fácil cambiarle a alguien un pasillo por una ventana. Y lo logré… expliqué mis motivos y me volví a cambiar, con una pareja de astrónomos precisamente.
Partió el vuelo y sentía que me iba a desmayar… mirando atentamente la bolsita de mareo. Pero aguanté hasta que el avión se estabilizara y apagaran la señal de abrochar cinturones, para correr al baño. Vomité todo el juguito rojo… El alivio que sentí después de eso es indescriptible.
De ahí me fui conversando con la astrónoma, argentina, que se había quedado un día más en el hotel y contaba más horrores. Ese último día había una fiesta por la inauguración de un nuevo edificio en el hotel, y estaban los dueños, españoles. Extrañamente ese día todo funcionaba. No había colas de check-in ni check-out, no había malos tratos y había eficiencia. Que rabia me dio, aparentando normalidad frente al jefe. De todas formas me contaba que el restaurante de pastas estaba cerrado, porque ahí estaban todos los españoles, así que tuvieron que comer en el casino principal. Cuando de pronto vio una rata que pasó entre las sillas, y una chica tratando de aguantarse para no gritar. El padre de la chica le explicaba que ella les tenía fobia a los ratones. A esas alturas ya nada me podía sorprender.
Arriba del avión yo ya estaba bien de la guata, pero la garganta me dolía mucho, y tenía frío. Claro… estaba con fiebre. Pero mi puesto no tenía frazada. Pedí una al azafato, quien me dijo con cara de pena que solo se ponían 2 por cada 3 asientos. Queeeee…. ¿Y si yo pago un pasaje completo no tengo derecho a frazada por llegar de tercera a mi fila de asientos? En todo caso el tipo estaba apenadísimo, y me decía que el mismo encontraba que era una vergüenza. Era peruano, y se notaba el cambio de trato hacia los clientes. Ya me sentía un poco más cerca de casa.
En otra de mis idas al baño me encontré con la tía Zule (otra argentina, demasiado buena onda), y conversando un rato con ella le conté lo de las frazadas. Me regaló la suya porque no la iba a usar, y ahí si me tapé y me fui más feliz. Aunque no dormí nada, por el dolor de garganta.
Llegamos a Lima, y a correr otra vez. Fue increíble bajar del avión y escuchar un grupo folclórico tocando música andina. Al fin se había terminado la salsa-regetón.
Corrimos al mesón de Lan a preguntar que debíamos hacer. En 2 minutos explicamos todo el problema, incluido el hecho de que teníamos que sacar las maletas pero que no podíamos salir porque no queríamos tener que volver a pagar la tasa de embarque. Uno de los chicos de Lan nos pidió los ticket de maletas y corrió el mismo a buscarlas todas. Se portaron un 7. La niña del mesón llamaba y escribía, escribía y llamaba, tratando de buscarnos asiento en el avión que fuera. Había dos vuelos que salían pronto, y si no cabíamos ahí teníamos que esperar 8 horas mas… por lo menos.
Amé a los peruanos con todo el corazón en ese instante. Primero la niña logró meternos a los 8 en un avión que salía en 40 minutos. Y el chico de las maletas corrió a subirlas. Pero a los diez minutos nos dice que estaba llegando mas gente al vuelo (los clase VIP, que siempre llegan tarde), y que algunos no podríamos volar. Al final logró dejar a 4 en ese vuelo, pero a los otros 4 los metió en el vuelo de una hora después. No importa, ya estábamos cada vez mas cerca. El único problema es que las maletas ya estaban en el avión que estaba apunto de despegar, así que nos llevamos los tickets de todos. La Paula, Iván, Caquin y yo nos fuimos en ese vuelo, y el resto en el siguiente.
El avión era bacán, de esos con pantallita personal y control remoto. Ví una película y después estuve jugando al colgado :P. No quería dormirme porque estaba muriendo de hambre y no me quería perder el desayuno. Pero caí… me dormí 20 minutos, y cuando desperté ya estaban retirando las bandejas. Pero sorpresa… ya no me dolía nada. Iba camino a Chilito. Entonces… ¿fue solo estrés? ¿Fue un ganglio inflamado en vez de la amígdala? Probablemente.
Llegamos a Chilito a las 5:40 de la mañana y sacamos las 8 maletas. Iván y Caquin se fueron y con la Paula esperamos al resto, mientras paseábamos por el Duty Free. A las 7 llegó el otro vuelo. Entregamos las maletas, acordamos que íbamos a hacer con Lan, y cada uno al fin a su casita.
Llegué a mi casita, saqué todo de la maleta y lo tiré a la terraza. Había olor a moho.
Hoy ya me da risa todo esto. Aunque todavía tenemos pendiente el asunto Lan. Si no nos reembolsan por las buenas, vamos a tener que meterles una demanda colectiva. Después nos enteramos que dos chicos más de la Chile también perdieron la misma conexión al día siguiente.
Para mas, el miércoles llegó un mail de Gustavo Bruzual (el que organizó la conferencia), diciendo que tuviéramos ojo, porque a una persona le habían clonado la tarjeta de crédito en el hotel. Si, en el Hesperia Isla Margarita… 5 estrellas. Juaz!!!
Además ayer llegó otro mail, diciendo que la IAU iba a presentar una queja oficial por la atención del hotel. Ven… no fui sólo yo la que sintió los malos tratos :P
Yo a Venezuela no vuelvo ni aunque me paguen. Y para variar, como ya me ha pasado con otros viajes… vuelvo queriendo aún mas a mi Chilito lindo.
Dejo la linda fotito de nuestra espera en el aeropuerto.