domingo, 1 de enero de 2017

Sana sana, patitas de rana

Se fue el 2016 con un último día de esos que quieres olvidar. Con una cafetera que no quiso acompañarnos al nuevo año y se desfondó dejando caer todo el café recién hervido en las patitas de mi enano. Creo que nunca olvidaré esos gritos, su repetida pregunta de ¿cuánto va a durar?, la opresión en el pecho, y la canción del caracolito agustín que me ayudó a transmitirle un poco de calma (y que no sé si podré volver a cantar sin que me den ganas de llorar). Y el dolor pasó, y sentí una mezcla entre alivio y preocupación por esas patitas llenas de ampollas, incluída la más grande que he visto en mi vida, y que sin embargo no dolían. 

Y empezó un nuevo año con un nuevo reto, y mi niño grande aguantó en pabellón, sin nuestra compañía, mientras le hacían la primera de muchas curaciones que vendrán. Y salió con sus patas más envueltas que astronauta, diciéndome que había tenido susto pero que no le dolió "ni un pelito". Esa tarde se quejó sólo una vez (por el calor), y esa misma noche ya saltaba, bailaba y hasta jugaba futbol en puntas de pie, mientras yo, con la guata apretada, pensaba para mi: ¿cuántas veces este mes tendré que pedirle que se cuide los pies? 

Y como algua vez escuché, parece que el dolor te hace crecer. Y hoy, nuestro pequeño gigante nos pidió dormir en su propia pieza, dejando eso si su cama de siempre en la nuestra por si nos quería venir "a visitar" de noche, o para cuando vinieran visitas que necesitaran usar su pieza. 
Juntos pusimos la cama pequeña que esperaba esta ocasión, ordenamos, y les cambiamos el nombre a "la pieza de dormir" y "la pieza de jugar", para pasar a llamarlas "la pieza de los papás" y "la pieza de Franco".

Será un mes de muchas curaciones (pero ahora conmigo tomando su manito, según prometió el cirujano), de calor, de piscina guardada y arenero cerrado, sin taller de verano, ni bicicleta, ni guerras de agua. Pero tendremos helados para el calor, puzzles y muchos lápices, bloques, legos, memorice, ludo, pistas de tren, y paseos igual (aunque sean a upa). 

Terminé el año con dolor, con rabia, con impotencia y rebeldía... pero ahora que recuerdo su carita mirando hacia arriba en el momento en que la cafetera se rompió, parto este nuevo año agradeciendo que hayan sido sus pies, y no esos ojitos que me iluminan la vida. Y con confianza en que la piel de los niños regenera más rápido. Será un mes duro, si, pero que estaremos mas juntos que nunca.

No hay comentarios.: