Anoche me visitó un payaso. Me miraba mientras dormía, abrazada a mi oso de felpa. Sin querer le apreté la mano, y el oso dijo “te quiero mucho”. Aun entre sueños, murmuré… “y yo a ti mi amor”.
El payaso extendió su brazo, apuntó con su dedo a mi cara, y rió.
Entonces desperté, pero no había ningún payaso. Sólo era yo, abrazada a un oso de felpa en mi cama.
Afuera, había empezado a llover.
Afuera, había empezado a llover.
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